Al sentir la brisa pasar junto a ella, desvió la mirada sólo un segundo, pero fue un segundo definitivo. Todo cambió bajo aquella luz tenue. Sentía su alma vibrar bajo su blanca piel. Sus ojos le acercaban a una realidad distorsionada por las incipientes lágrimas. Desaparecer querría. Huir y no volver desearía. Pero algo que no comprendía, algo muy dentro de ella la acobardaba. Le obstaculizaba cada paso adelante. Entristecida se veía de nuevo vencida por un sentimiento que sólo ella era capaz de sentir lo suficientemente dentro de ella como para seguirlo. Y fue en ese segundo, en el que fue capaz de rechazar ese sentimiento, en el que su vida cambió pasa siempre. Fue entonces cuando lo comprendió todo. Si siempre había creído que nada ni nadie la debían alejar de sus sueños, ¿por qué era ella la única que se interponía? Incapaz de responder a una pregunta que podría definir toda su existencia fijó su mirada de nuevo al frente y siguió caminando, pero ahora con paso decidido y apresurado. Una sonrisa se fue dibujando en su rostro, reflejo de la felicidad de su corazón. De ahora en adelante nada, nadie ni siquiera ella serían obstáculos lo suficientemente fuertes como para detener su paso. Porque a cada paso estaba más cerca de lo que ansiaba, de lo que deseaba con toda su alma, y no iba a dejar que sus miedos e inseguridades la detuviesen ni tan siquiera un fatídico segundo.
nAGORE mORENO
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