DESDE EL FUEGO

Las llamas rodean al ser. Extraño. No se inmuta.
Comienza a quemarse. No se oyen sus gritos. Están ahogados por el crepitar del fuego que lo devora.
Se mueve descontroladamente. No puede huir. Se ha dado cuenta de que su fin se acerca y su inmutabilidad es sólo una huella en el pasado.
La frialdad se apodera de la escena.
El fuego desaparece y se lleva al ser con él. La sala se queda a oscuras. Unas desconcertantes quietud y tranquilidad inundan la habitación ahora completamente vacía.
Un segundo. Dos segundos. Un fuerte estallido interrumpe la belleza del silencio. Es el fuego. Ha vuelto a corromperlo todo. Aunque no viene solo. De sus entrañas surge el ser. Cual FÉNIX que resurge de sus cenizas para prevalecer, hasta el fin de los días, aún más fuerte.
Sus ojos transmiten ODIO. Su alma ha desaparecido. Es sólo el MAL que camina por la tierra sin rumbo.
No, no camina. Se desliza. Y todo bajo su vaporoso cuerpo se muere. Las paredes que rodeaban la habitación se derrumban a su paso.
El mundo entero le espera. Es el FIN, es el instrumento para ese fin.
Mientras destruye con los ojos inyectados en sangre, algo lo atrapa. Una fuerza invisible lo confina de nuevo entre las cuatro paredes de la fría habitación.
El fuego sigue hambriento. El ser, inmóvil e impotente, puede ver, sin la oportunidad para reaccionar, cómo es devuelto al interior de la boca profunda e inmunda del fuego.
El silencio vuelve a dominar en el cuarto. No hay más sorpresas.
Al menos…un segundo. Dos segundos…
Sigue la misma historia. Pero un día el instrumento para el fin tomará el mando. Nada lo podrá parar. A cada renacer de entre las llamas se fortalece. Será imparable y conseguirá lo que quiere: DESTRUCCIÓN TOTAL.

Nagore Moreno Rivas