Wednesday, January 25, 2006

LA LÁGRIMA

La sombra delineada observa evaporarse la lágrima que dejó brotar desde su mejilla al frío suelo de cemento gris. Pisadas huecas resuenan en el fondo de su mente poco clara. Y la lágrima se estremece al perderse su esencia en el espejo de la mirada de una sombra que la observa. Héroe en un mundo perverso, sin almas buenas para salvar. Persecuciones de ráfagas de viento entrecortadas, soplan y resoplan y la lágrima se esfuma para siempre en el infinito y desdibujado horizonte.

La lluvia inunda los pensamientos nebulosos de las mentes sombrías envueltas en una danza sin temor a quebrarse. El miedo surge sin avisar y degüella a las sombras más grisáceas con dulces muecas en sus difuminados rostros de pesar. La tristeza lucha contra el terror de morir bajo el influjo de una felicidad que no llega, perdió el tren, y su destino ya no se escribirá ni en la imaginación de los más débiles.
La fortaleza, infranqueable, se derrumba ladrillo a ladrillo. Sus huéspedes no la quieren levantar y escapan por los huecos que dejan las robustas piedras. Los fusiles hacen su papel en la lejanía de las montañas colindantes. Estruendos y rayos de luz que emergen por la pólvora. Varias figuras gaseosas rodean a la estructura semi destruída del castillo. Emiten chirriantes sonidos que resquebrajan aún más a la estructura. El dolor las consume y rompen a llorar sin consuelo. Su dolor se expande como una mecha recién encendida, alcanza ya a la tristeza, el terror, el miedo e incluso a la sombra observadora. La tierra se humedece, de ella brotan las ramas de una nueva era. Pero las ramas no pueden mantenerse separadas, se entrelazan, las más fuertes desplazan a las que no crecen. Y la lucha por sobrevivir se vuelve cruda y extremadamente cruel.
Los troncos temen surgir del fondo de la tierra, no quieren enfrentarse al infierno que sus hijas, las ramas, están sembrando por toda la superficie. La sombra se cansó de observar como todos a su alrededor vivían llorando. También se cansó de ser sombra sin nada por lo que sentir ganas de llorar o reír. Quiere gritar y pedir que la eleven sobre todas las cosas, que la ensalcen y la alaben y olviden que perdió lo único que la hacía mejor. Dejó escapar una gota especial. Gota agotada y nunca llorada. La sombra se esconde, y las figuras gaseosas talan las ramas más díscolas y peleonas.
Imágenes de batallas pasadas invaden el techo nebuloso. Aterradas, las figuras, se entierran bajo sus pies para pelear contra los troncos. La vida se esfuma como el humo de un cigarrillo profundamente inhalado.
La sombra, afligida, se arrodilla, grita, patalea y se caduca en la impureza que rodea todo su ser. Las arenas del tiempo suben y bajan. En su mente abatida y nublada por las tinieblas la luz no consigue sobrevolar la negrura. La esperanza ya no es verde, se oscurece y se extingue en el olvido de quienes alguna vez creyeron en ella. La amargura sustituye a la alegría que en una ocasión inundó la tierra como lo hizo la lluvia.
La nada, el vacío. Ni siquiera una huella o una mota de polvo rodea a la sombra estirada sobre el nuevamente frío suelo de cemento gris. Ni un ápice de ficción podría despertar a la sombra. Su silencio no tiene un precio justo, sólo pesa sobre sus hombros. No sabe si la locura la retiene en su lado de la balanza. Pero sí siente que la cordura la ha abandonado a su suerte. La excitación, que en tiempos pasados hizo vibrar las líneas que contiene su sombría figura, exhala su último átomo de adrenalina.
No hay anhelos, ni expectativas de nada mejor. Todo se pierde para siempre. Un siempre infinito y delgado. Es entonces cuando la tristeza se abalanza sobre la sombra abatida y derrotada. La sombra se despierta. Ahora sus ojos se estremecen bajo la consternación y la desilusión cegadora de la reaparecida tristeza.
Agua, sal y un par de glóbulos oculares hacen que todo vuelva a surgir de las cenizas de un mundo autodestruido.
La lágrima, es por fin llorada, expulsada de un corazón que se ha vuelto puro. Nunca se volverá a perder esa lágrima. Brilla como jamás lo había hecho. Radiante, la sombra ya no es sombra oscura ni observadora. Sonríe a la lágrima. Juntas siembran todo lo que se disipó en el cruel olvido.
La lágrima, esa lágrima. Llorada, recuperada, embellecida por una pobre sombra a la que la tristeza la salvó. La lágrima, esa lágrima fue, es y será todo lo que pudo necesitar la sombra para sobrevivir. Orgullosa, chapotea y grita: “La Lágrima, esa Lágrima”.

Nagore Moreno Rivas

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