Thursday, January 26, 2006

VICIOS MENTALES


Puede que mañana al abrir los ojos con las luces del amanecer me de cuenta de que todo es un sueño, porque no puede ser todo tan malo. Mi interior no puede sentirse tan desdichado siempre que busco en él. Hay algo más que debo encontrar y que aún no sé por dónde hallarlo. Es posible que nada de lo que veo sea real, como un velo en forma de ilusión que ciega mi capacidad para percibir la realidad. Quizá nunca averigüe nada de lo que me pregunto a mi misma, o quizá sí, ¿quién sabe? Aunque otra posibilidad es que me despierte mañana pensando que esto que ahora escribo no son más que estupideces fruto de una mente cansada y triste que no sabe más que compadecerse de si misma mientras el mundo tal y como lo conoce se desmorona cada vez más rápido. Lo que hay ahí fuera es lo verdaderamente importante, la gente que sufre de verdad bajo el brazo ejecutor de unos gobiernos que sólo saben preocuparse de sus intereses económicos. Gentes de todos los rincones del mundo que gritan y piden auxilio y lo único que reciben es más dolor y bocas cerradas a base de golpes, en muchas ocasiones mortales. Denuncio las injusticias y sobre todo a los que las cometen sin mayor castigo que unas pequeñas oscilaciones en sus acciones. Porque a la hora de la verdad la justicia se quita la venda y en la balanza entre la vida y el dinero, el peso del dinero pesa en sus bolsillos, mientras que las vidas perdidas dejaron de pesar sobre sus conciencias inexistentes. ¿Soy demasiado ingenua al pensar que queda alguien honrado entre los que dirigen a las marionetas? Seguramente sí. La fe que en un momento se tuvo hacia los gobiernos se empieza a perder, por lo que ya se puede hablar de reciprocidad. Hay muchos tipos de fe (religiosa, moral, política, etc.) pero es la que prodigamos a nuestros semejantes la que verdaderamente nos define. Si se pierde esa fe las relaciones se vuelven más hostiles y difíciles, y los conflictos se multiplican. Es ahora, cuando el mundo sigue muriendo y llorando, que necesitamos algo por lo que sentirnos orgullosos, palabra en desuso por las desilusiones que continuamente nos tiran del caballo, cada vez más cansado, de la vida. ¿Quién maneja las riendas? En realidad es una pregunta retórica. ¿Todavía hay quién cree que nuestra palabra vale algo? Podría decir que yo. No estoy segura de que valga mucho o poco, pero sé que la puedo decir y la diré. Vuelvo a denunciar y a acusar a quienes en vez de mitigar el dolor aumentan el sufrimiento y la desesperación de aquellos que no tiene más elección que matar o morir, de aquellos que trabajan para vivir (en el amplio y más duro sentido de la expresión), de aquellos que nunca sabrán lo que es una infancia feliz y educativa. Y la lista sería tan larga que me mantendría aquí escribiendo hojas y hojas sobre desigualdades e injusticias tan crueles que no me dejarían dormir por las pesadillas que me provoca la impotencia de no saber qué hacer. Tiene gracia, que me quite el sueño algo que me preocupa y que a otros directos responsables ni siquiera les quite la siesta. No, no tiene gracia. Me produce rabia. Pero, ¿qué más puedo decir o hacer? Algo se me ocurrirá.

Nagore Moreno Rivas

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